Has probado alguna vez las zanahorias encominadas? Son ese tipo de recetas sencillas, pero que guardan un sabor tan especial que te hace cerrar los ojos al primer bocado. En muchas casas andaluzas, este plato aparece como aperitivo, tapa o acompañamiento, y siempre deja buen recuerdo. El comino, con su aroma tan característico, transforma las humildes zanahorias en algo casi mágico. Y lo mejor: no necesitas ser chef ni tener ingredientes raros. Solo ganas de cocinar algo rico y compartirlo.
Esta receta tiene raíces muy nuestras, con ese toque moruno que tanto nos gusta. El vinagre, el ajo y el comino se combinan para crear un aliño que activa tus sentidos. Es de esas preparaciones que se hacen en un ratito, se dejan reposar, y al día siguiente están aún más buenas. Perfectas para tener en la nevera y sacar cuando llegan amigos, o para acompañar una comida casera con algo fresco y sabroso.
Hay algo profundamente reconfortante en las recetas humildes. No necesitan ingredientes caros ni técnicas sofisticadas. No buscan impresionar, solo alimentar con cariño. Son esas recetas que nacen de la necesidad, de la creatividad en tiempos de escasez, y que con el paso del tiempo se convierten en tesoros familiares.
La cocina humilde es la que se hace con lo que hay en casa. Unas zanahorias, un ajo, un poco de comino… y de pronto, tienes un plato que sabe a hogar. Son recetas que no se escriben en libros de alta cocina, pero que se transmiten de abuelas a nietas, de vecinos a amigos con micho afecto.
La zanahoria, humilde y versátil, se convierte en protagonista en estas dos recetas que te voy a contar.
Por un lado, la clásica tarta de zanahoria, con su textura jugosa y aromas especiados, nos invita a celebrar lo cotidiano con un bocado dulce y reconfortante. Por otro, el pollo en escabeche con zanahoria nos recuerda que la cocina práctica también puede ser deliciosa, con sabores que se conservan y evolucionan con el tiempo.
Dos formas de honrar un ingrediente sencillo, desde la repostería más entrañable hasta la cocina de aprovechamiento con carácter.
Os explico cómo hacer zanahorias encominadas y su receta paso a paso para que no tengáis problemas en la elaboración.
Guarda esta receta en la pantalla de inicio de tu móvil para un acceso rápido. En la sección de ingredientes, selecciona los que necesitas para simplificar la compra. Además, ajusta el número de porciones deseadas y las cantidades de los ingredientes se calcularán automáticamente.
Comienza pelando las zanahorias, preferiblemente con un pelador. Aunque también puedes usar un cuchillo, el pelador permite aprovechar mejor la zanahoria, ya que con el cuchillo es fácil llevarse más pulpa que piel.
Coloca las zanahorias en una olla amplia y cúbrelas con agua fría. Añade una pizca generosa de sal y lleva la olla al fuego. Cuando el agua comience a hervir, deja que las zanahorias se cocinen durante unos cinco minutos. No buscamos que queden blandas, sino que pierdan ese crujido inicial sin perder su textura, lo ideal es que se mantengan firmes.
Este paso no pretende cocerlas del todo, sino suavizarlas. Puedes comprobar el punto perfecto pinchando una con un tenedor debiendo entrar con cierta resistencia.
Cuando estén listas, escúrrelas bien y déjalas enfriar. Luego córtalas en rodajas no muy finas, como de medio centímetro.
En un bol, mezcla el vaso de vinagre con el vaso de agua. Añade el ajo picado muy finito (o machacado si prefieres), el comino molido, el comino en grano y una pizca generosa de sal. Remueve bien.
Vierte el aliño por encima, asegurándote de que queden bien cubiertas. Si ves que falta líquido, puedes añadir un poco más de agua y vinagre en proporción. Tapa el recipiente y mételo en la nevera. Lo ideal es dejarlas reposar al menos 4 horas, pero si puedes esperar hasta el día siguiente, mucho mejor. El sabor se intensifica y el comino hace su trabajo.
Sácalas de la nevera, escúrrelas un poco si tienen mucho líquido, y sírvelas fresquitas. Puedes ponerlas en un platito bonito, añadir un chorrito de aceite de oliva por encima si te apetece, y ¡a disfrutar!